Es decir, dependían del boca a boca, de su buena reputación corporativa, de acciones de mercadeo directo, relaciones públicas o la exposición en seminarios a través de la presentación de casos de estudio para darse a conocer y/u obtener nuevos clientes. En adición, al ser estos servicios más tradicionales, se manejaban de forma más convencional, pasando por alto la importancia de las estrategias de imagen y comunicación.
Muchas de estas barreras han sido eliminadas gracias a la globalización, fenómeno que ha puesto a más industrias en planos con igualdad de condiciones, facilitando una exposición masiva y una apertura a nuevas oportunidades, no solo a nivel local, sino a nivel global. Como consecuencia de esto, cada día más negocios, profesiones, productos y servicios, están comprendiendo la importancia de poseer una personalidad definida, un estilo, una forma de verse, comunicarse y entablar relaciones con sus grupos objetivos y así poder diferenciarse, pero más importante aún, destacarse. Este es precisamente el inicio del proceso: comprender que existe una necesidad de comunicación.
Este primer punto -el proceso de introspección- es indispensable y ayuda a que todos los miembros del equipo estén alineados y sepan comunicar de manera unificada la razón de ser de un negocio. La claridad obtenida en ese primer paso nos lleva como segundo punto a descubrir debilidades, fortalezas, oportunidades y amenazas, todos factores que influyen directamente en el comportamiento de la compañía. La marca se construye de adentro hacia afuera, y como última fase, se define su personalidad, tono y estilo, que le hablan directamente al público objetivo. Estas características comunican quién soy, cómo y con quién debo/quiero relacionarme.